Un banco de ideas para conectar innovadores con empresas
Tener una buena idea le puede cambiar la vida a una persona, incluso alterar el curso de la historia. Sin embargo, no basta con pensarla, hay que ponerla en marcha y no siempre los caminos son amigables. Robert Kearns fue un estadounidense que en 1964 tuvo una gran idea: creó el limpiaparabrisas intermitente para los autos. Como quería crecer pensó en vender su innovación a Ford, un gigante de la industria. Ellos la estudiaron y la rechazaron por considerarla poco práctica y original.
Sin embargo, Kearns descubrió amargamente que la empresa hizo una jugada maestra, la implementó en sus automóviles y la presentó como su gran innovación sin tener que pagar un solo peso al creador. Desde ese momento, y casi durante toda su vida, Kearns se dedicó a reclamar lo que era suyo y se embarcó en una pelea jurídica sin fin. Después de 20 años logró que Ford le pagara 10 millones de dólares, pero no consiguió en vida que reconociera que su invento había sido robada.
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Ese es un caso muy famoso de un gigante contra un hombre muy talentoso que tuvo una gran idea y que perdió. A pequeña escala se han escuchado historias parecidas. “Yo una vez creé un logo para una marca, lo rechazaron y después lo implementaron en otra. Nunca me dieron el crédito de la idea”, cuenta Natalia Sandoval.
Ese tipo de casos fue uno de los motivos que impulsó a Patricia Shuk a crear un banco de ideas en Colombia. “Yo quiero formalizar el mundo de las ideas que en este momento se encuentra en la informalidad”, comenta Shuk, la creadora de The I-Hunter Bank of Ideas, una página web que pretende ayudar a conectar a los innovadores con las empresas pero siempre bajo una protección legal.
“Hay personas muy creativas, no necesariamente tienen que ser una eminencia, se le puede ocurrir a cualquiera”, explica Shuk, quien creó un modelo para que personas de todas las edades puedan hacer que su idea sea valorada.
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El banco pretende ser un gana-gana, las empresas que quieran innovar pueden poner su requerimiento sin que aparezca su nombre y escoger entre muchas ideas con cuál se quedan, incluso pueden hacer un concurso. Pero para que lo puedan hacer primero deben firmar un documento de confidencialidad en el que dice que si llegan a robar la idea deberán pagar hasta un millón de dólares. Por su lado, los innovadores pueden poner de forma gratuita sus ideas en consideración con la tranquilidad de que no serán usadas sin su consentimiento. Además, el innovador también puede decir a quién quiere venderle su idea.
“Yo soy un intermediario y puedo lograr tres cosas: vender la propiedad intelectual, un contrato laboral en la empresa que escogió su idea o un contrato por prestación de servicios”, explica la fundadora de The I-Hunter Bank of Ideas.
También hay otra opción, el banco de ideas cuenta con un grupo de personas con capital que pueden ser los ‘padrinos’ de una idea a la que le vean potencial. Shuk cuenta que el proceso es sencillo: primero se registra, el banco de ideas revisa y contacta a la persona, después una banca de inversión asociada valora la idea y por último llega a la empresa.
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